Porque el ser humano es historia y todos somos parte de ella, y mantener su memoria es nuestro deber.
Recuerdo de los tiempos de las grandes marchas blancas, una de las mayores en Octubre de 2002 junto a la que hoy es mi esposa: Natalí Huezo, en aquella época ambos estudiantes de medicina de la gloriosa y heróica: Universidad de El Salvador.
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